El primero que logró fijar con procedimientos químicos una imagen obtenida en la cámara oscura fue Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833), ingenioso inventor provinciano quien interesado por la litografía, pero sin saber dibujar, acariciaba la idea de “descubrir en las emanaciones del fluido luminoso un agente susceptible de impresionar, con toda exactitud y de manera durable, las imágenes transmitidas por el procedimiento de la óptica y la obtención de una huella que no se altere demasiado deprisa”. En 1816 logra la primera fotografía en negativo sobre papel, en 1822 descubre los fundamentos del fotograbado.
Las experiencias de Niépce encontraron un seguidor y divulgador adecuado en la persona de Jacques Mandé Daguerre (1791-1851), un hombre hábil para obtener beneficios y para buscar o aceptar innovaciones rentables; desde 1826 intenta entablar contactos con Niépce con el fin de conocer sus procedimientos, pero debe esperar al 14 de diciembre de 1829, fecha en la que éste, arruinado por sus infructuosas investigaciones accede a firmar un contrato con Daguerre para proseguir los trabajos conjuntamente. En los años siguientes, hasta su muerte, Niépce trabajará incansablemente sin gozar de la gloria del descubrimiento (Daguerre se opone a la publicación de los trabajos de su socio antes de haber obtenido importantes beneficios económicos). Como resultado de todas las experiencias Daguerre encuentra al fin un procedimiento simplificado, apto para su explotación comercial, que le permite impresionar placas de metal mediante un baño de yodo y realizar la fijación con un baño de sal de mar y mercurio. Pero no sabemos si Daguerre habría alcanzado su envidiable popularidad y la divulgación definitiva del “daguerrotipo”, de no haber sido por el apoyo del diputado François Aragó; éste consigue que el 14 de junio de 1839, el gobierno francés compre la invención, asegurando a Daguerre una pensión anual de 6.000 francos y a Isidore Niépce, hijo del inventor, otra de 4.000. El 19 de agosto de 1839 Aragó, ante las Academias de Ciencias y Bellas Artes, hace la revelación del procedimiento para obtener daguerrotipos, consagrando oficialmente el nacimiento público de la fotografía.
Las experiencias de Niépce encontraron un seguidor y divulgador adecuado en la persona de Jacques Mandé Daguerre (1791-1851), un hombre hábil para obtener beneficios y para buscar o aceptar innovaciones rentables; desde 1826 intenta entablar contactos con Niépce con el fin de conocer sus procedimientos, pero debe esperar al 14 de diciembre de 1829, fecha en la que éste, arruinado por sus infructuosas investigaciones accede a firmar un contrato con Daguerre para proseguir los trabajos conjuntamente. En los años siguientes, hasta su muerte, Niépce trabajará incansablemente sin gozar de la gloria del descubrimiento (Daguerre se opone a la publicación de los trabajos de su socio antes de haber obtenido importantes beneficios económicos). Como resultado de todas las experiencias Daguerre encuentra al fin un procedimiento simplificado, apto para su explotación comercial, que le permite impresionar placas de metal mediante un baño de yodo y realizar la fijación con un baño de sal de mar y mercurio. Pero no sabemos si Daguerre habría alcanzado su envidiable popularidad y la divulgación definitiva del “daguerrotipo”, de no haber sido por el apoyo del diputado François Aragó; éste consigue que el 14 de junio de 1839, el gobierno francés compre la invención, asegurando a Daguerre una pensión anual de 6.000 francos y a Isidore Niépce, hijo del inventor, otra de 4.000. El 19 de agosto de 1839 Aragó, ante las Academias de Ciencias y Bellas Artes, hace la revelación del procedimiento para obtener daguerrotipos, consagrando oficialmente el nacimiento público de la fotografía.
El éxito del invento fue fulminante; el librito de Daguerre Historia y descripción de los procedimientos del daguerrotipo y del diorama, fue traducido a ocho idiomas en un año y medio y reeditado más de 30 veces. Aunque el aparato pesaba 50 kilos, costaba 600 francos y se requerían exposiciones de 15 a 20 minutos para hacer tomas a plena luz del sol su difusión universal fue casi inmediata. Las placas y los aparatos que al principio se compran en París, empiezan pronto a ser fabricados en distintos lugares. Las primeras demostraciones se hacían sobre naturalezas muertas y perspectivas urbanas, pero el daguerrotipo se convierte verdaderamente en un negocio rentable por su aplicación al retrato; todo favorecía esta especialización: la “fidelidad extrema” que se atribuía al medio, y el bajo costo para el cliente, al menos si se compara el precio de un daguerrotipo con un retrato al óleo. Este procedimiento y la fotografía sobre papel permitieron una extensión general de la propia imagen, primero entre la burguesía ya las clases medias y luego del proletariado. “Poseer el rostro” de los familiares o de los amigos ya no era un privilegio aristocrático, sino algo común a muchas personas. Es verdad que el número de retratos que poseía cada familia estaba entonces en relación directa con el nivel económico, pero ya nadie pudo dejar de sentir que el objetivo de la cámara introducía una nueva concepción del mundo democrática, igualitaria: para las placas sensibles, la monarquía no se diferenciaba del humilde tendero o artesano. Esta supuesta objetividad implacable fue la causa primordial de la mayoría de los ataques y elogios que recibió durante el siglo XIX la fotografía; para muchos iba destinada a destruir “el arte”, pero con flacos resultados (la despreciaban por el intento de copiar la imagen divina). Pero para otros mayoría de los daguerrotipistas de este período, intentaron imitar los procedimientos de los pintores (poses, composiciones...) haciendo unos esfuerzos que hoy son demasiado atacados, pero que resultaron fundamentales para granjear al nuevo medio un apoyo mayoritario. En cualquier caso, aparece claro que la fotografía trastocó prejuicios considerados inmutables; con el transcurso del tiempo, su supremacía indiscutida en el dominio de la representación visual condicionará el desarrollo de la pintura convirtiéndola en un medio marginal y hará desaparecer casi por completo los restantes procedimientos utilizados para producir imágenes en serie.